Hace tiempo que los especialistas insisten en que con los antibióticos hay que tener medida y cuidado, ya que abusar de ellos puede llevar a una baja en las defensas, pero aún más, y según un reciente estudio realizado por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), también pueden alterar la flora intestinal.
La flora intestinal está compuesta por un trillón de bacterias que pueblan el intestino, que se conocen en su conjunto como microbiota, y que han coevolucionado en simbiosis con el ser humano.
Según este estudio, todas estas bacterias intestinales presentan capacidades metabólicas alteradas y una menor capacidad de producción de proteínas durante y después de haber finalizado el tratamiento con antibióticos.
Es la primera vez que se observan las bacterias, genes, enzimas y moléculas que forman la flora intestinal de personas tratadas con antibióticos y cómo estos medicamentos alteran los patrones microbianos y metabólicos del intestino: la microbiota intestinal presenta una menor capacidad de asimilación del hierro y de digestión de ciertos alimentos. Así también, le cuesta más producir moléculas esenciales para el organismo.
Automedicarse con Antibióticos o exigirle al farmacéutico que los dispense (habiendo una legislación clara al respecto que lo prohíbe) y no seguir sus recomendaciones de una posterior toma adecuada de PROBIÓTICOS (fermentos repobladores de colonias bacterianas: Sacharomyces, Lactobacillus, etc) es una de las principales causas para el posterior desarrollo de enfermedades de tipo autoinmune y degenerativo, así como trastornos digestivos y metabólicos de todo tipo, ya que, no nos olvidemos, la digestión real la realizan las bacterias de nuestro tracto intestinal, que son las que pueblan las vellosidades del intestino donde se absorben los nutrientes.
La suciedad celular derivada de no poseer una flora equilibrada o haber sido esta desplazada por bacterias que son patógenas cuando superan sus límites poblacionales, es la principal causa de estas enfermedades “modernas” de las que no se conoce causa, así como de la resistencia a los antibióticos en el primer mundo, donde han aparecido nuevamente enfermedades erradicadas hace un siglo. Los péptidos bacterianos generados por el metabolismo de éstas se introducen en el torrente sanguíneo y se comportan a modo de antígenos generando una posterior respuesta autoinmune. El depósito de sustancias insuficientemente metabolizadas en el líquido intersticial (donde "nadan" las células) provoca una malnutrición a nivel celular por lo que la cadena de generación de vida se daña desde su "inicio".
Estos resultados se publicaron en la revista Gut, donde también se explicó que si bien algunos de estos cambios son oscilatorios, y pueden ser revertidos al acabar el tratamiento, “otros parecen irreversibles“.
Pero además, el estudio reveló que bacterias que no estaban en cantidad en la flora intestinal, y eran poco activas al inicio del tratamiento, resultaron tener un papel más relevante en el intestino como consecuencia directa de los antibióticos.
Según los investigadores, se pudo constatar que “dichas bacterias podrían ser responsables de mejorar la interconexión entre el hígado y el colon y la producción de moléculas esenciales como ácidos biliares, hormonas y derivados del colesterol“.
La investigación del CSIC ha contado con la colaboración del Instituto Cavanilles de Biodiversidad y Biología Evolutiva de la Universidad de Valencia, el Centro Superior de Investigación en Salud Pública, la Universidad CEU San Pablo y el Centro de Investigación Biomédica en Red en Epidemiología y Salud Pública.