¿Cansado de leer mis arrebatos contra el mundo moderno?, aquel que me ha dado acceso al conocimiento superficial de la realidad, que me ha dado carbones, tizas, ceras y una guitarra para que surque de colores las formas y cabalgue los sonidos en una danza nacida desde el corazón que se extiende en espiral hacia mi alrededor.
Pensaréis que imagino lo que no veo, digo lo que no puedo saber y canto en una armonía sorda para vuestro corazón.
Seguramente.
Soy un soñador que ha sido invitado a la crítica de la razón y que es alentado a ejercer el derecho a emitir juicios que tengan como fin el hallazgo de la verdad.
Una verdad que se traduce en un mundo donde los recursos se compartan de manera sostenible
y con reciprocidad hacia el medio, donde exista un igualdad de acceso hacia los derechos básicos
que hacen digno al ser: comida, agua, manto, vivienda, salud, educación y credo.
Y que mediante digna educación participen los pueblos en su devenir espiritual a título personal y en su equilibrio social a título colectivo.
Donde no vuelva a ejercerse la violencia a pequeña escala ni la guerra, ni la opresión, ni la codicia;
donde el egoísmo no sepa ejercerse ni la miseria sea conocida.
La moda del moderno new ager de "no juzgues" es un rama de doble filo
con la que el ingenuo se corta las venas hasta el desangre.
No hemos de juzgar las almas de las personas pero sí sus comportamientos y obra;
Es esta la única opción posible para el desarrollo de aquello llamado juicio.
Citando a Victor Hugo (Les rayons et les ombres):
"Él es quien, pese a las espinas,
la envidia y la irrisión,
pasa, encorvado, por vuestras ruinas,
recogiendo la tradición.
De la tradición fecunda
sale cuanto en el mundo abunda,
cuanto el cielo es capaz de bendecir.
Toda idea, humana o divina,
que hunde en el pasado su raíz,
tiene por ramaje el porvenir"
Hermanos que abrazáis la modernidad: ¿Podría alguien bajo un lúgubre fluorescente calentarse como lo hace debajo del mismo sol?